La mañana despertó con el cielo nublado, una brisa suave y un aroma a tierra mojada que anunciaba otra jornada difícil para muchos, pero no para todos. Para Yenny Barrero, ese gris del cielo es solo un telón de fondo, el suyo lo pinta con actitud, valentía y una sonrisa que rompe la rutina de las calles y las cuadrillas de trabajo.

Con botas firmes, casco bien puesto y el uniforme que la convierte en símbolo de transformación, Yenny se alista sin titubeos. Se ha ganado un lugar en un mundo que, hasta hace poco, era considerado solo de hombres. Es la primera mujer operaria de alcantarillado del IBAL. Y no solo ha llegado para cumplir un rol, ha llegado para cambiar paradigmas.

Cada zanja que abre, cada tubo que instala, cada tramo que conecta, es una declaración contundente, las mujeres pueden y deben estar donde quieran estar. Bajo el sol inclemente o en medio de la lluvia más terca, Yenny no solo se enfrenta a la tierra y al barro, también a los prejuicios, a los comentarios velados, a las dudas que otros tienen sobre su capacidad. Pero ella, con herramientas en mano, responde con hechos.

Su fuerza no solo está en sus brazos ni en su espalda firme. Su verdadera potencia nace de un motor que late fuerte en su pecho, su hijo. Él es su impulso, su razón, su norte. Cada vez que sube al vehículo rumbo a su frente de trabajo, lo lleva consigo en pensamiento y corazón. Las ausencias pesan, los sacrificios duelen, pero ella lo tiene claro, “Todo valdrá la pena. Esto es por los dos”.

“Ese hombre me dice que cómo hago tantas cosas… que lo que hacen las madres por sus hijos no tiene alcance, ni imaginación”, cuenta entre risas, dejando ver el alma tierna que habita detrás de esa mujer que no se rinde.

Porque Yenny no solo instala tuberías. Ella canaliza sueños. Porque Yenny no solo limpia las aguas negras de la ciudad. Ella limpia los caminos de su hijo para que camine sin miedos. Porque Yenny no solo rompe concreto. Ella rompe estereotipos.

Cuando el día cae y la jornada termina, vuelve a casa con el lodo aún en las botas y el corazón rebosante. Y en la puerta la espera lo más puro de su vida, ese abrazo chiquito que lo compensa todo, que lo justifica todo.

Yenny Barrero es más que una operaria. Es símbolo, es historia viva, es ejemplo. Ella no solo da vida como madre, también la transforma. Día a día, con cada obra, con cada esfuerzo, le recuerda al mundo que las mujeres, cuando deciden luchar, no conocen imposibles.

Y así, entre herramientas, afecto y determinación, Yenny no solo construye alcantarillado. Está construyendo el futuro.

Transcripción día de la madre, Yenny Barrero

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